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Foto del escritorCiudadano Toriello

Otra hazaña de un régimen depredador

“…Todos los hombres han sido dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre los que están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Es para asegurar estos derechos que se establecen gobiernos entre los hombres, cuyos justos poderes se derivan del consentimiento de los gobernados. Cuando cualquier forma de gobierno se torna destructiva de estos propósitos, es derecho del pueblo alterarla o abolirla…” – de la pluma de Thomas Jefferson (1743-1826), parte de la Declaración de Independencia de los EEUU (1776).


Guatemala se aproxima a un ejercicio eleccionario más. Como ha sido desde hace décadas, el sistema político intenta presentar una conveniente “fachada democrática”, a pesar de que es cada vez más evidente que el periódico recambio en las esferas del poder sigue teniendo por propósito el que nada realmente cambie y además, también se ha hecho obvio que las “reglas de juego” han sido estructuradas, tramposamente, para que las corrientes de opinión de veras existentes en la sociedad, no estén proporcionalmente representadas en las estructuras de gobierno resultantes. Es decir, para que se imponga la voluntad de “la mayoría de la minoría” otra vez. Como es sabido, el entorno regulatorio (i) inhibe el desarrollo de auténticos partidos políticos (que debieran ser, pero no son, organizaciones multitudinarias abiertas, aglutinadas en torno a una plataforma ideológica y programática conocida y con procedimientos democráticos internos para escoger a sus candidatos y propuestas); (ii) “veta” a los candidatos que considera inconvenientes, mientras nos obliga a escoger a “representantes” a partir de listas de desconocidos; y (iii) limita ridículamente la discusión pública, que tiene que circunscribirse a una apretada “campaña electoral” de tres meses; en la que el régimen –como ha sido su inveterada costumbre- intentará abrumar a la opinión pública con una copiosa diarrea publicitaria, que ahogue los mensajes de la auténtica oposición. La fórmula que el régimen utiliza es la de articularse en torno a una mafia política –con “vehículo electoral” autorizado- que –a cambio de una especie de “patente de corso” para hacerse descaradamente de fondos del erario público- “haga el trabajo sucio” de cumplir con los engorrosos requisitos “legales” y que posteriormente “dé la cara” para mantener la conducción de la cosa pública dentro del cauce tácitamente convenido. Todo como se ha venido haciendo usualmente desde que “el Clan Aycinena” encontró en las “huestes” de Rafael Carrera el instrumento para preservar su monopolio del comercio exterior y de facto, para mantener las condiciones semi-feudales del país. Mutatis mutandi, los actuales titiriteros del tinglado nacional, tienen, hoy también, a sus actuales “huestes carreristas”, aunque esta vez, divididas en dos facciones: (i) la “clásica”, representada por Sury; y (ii) la dizque “insubordinada”, representada por Zandra. Pero no se equivoque, amigo lector: “Zandra y Sury son lo mismo / Sury, Zandra ¡ya Mattei! / son el puro continuismo / ¡pa’ que no triunfe la Ley!”.


Este “sistema”, que viene evolucionando hacia sus formas más recientes desde 1986, ha dado lugar a la consolidación de una “cultura” en la que hasta el más insignificante de los efímeros depositarios del poder –siguiendo el “ejemplo” de sus “líderes”- se considera “autorizado” a “ordeñar” a la “res pública” –como pueda- mientras esté a la sombra del poder. Por eso, las estructuras de gobierno, a todo nivel, han devenido cada vez más depredadoras y descaradas (“la vergüenza pasa, pero el pisto queda en casa”). Esa actitud “cultural” rebasa a los meros funcionarios y alcanza a crecientes segmentos de la población; en particular, a aquellos -empresarios, “coyotes”, comisionistas y hasta “empleados externos”- que encuentran beneficio –directo o indirecto- en esta situación. Para ellos, no importa el interés nacional, sólo cualquier oportunidad de “hacer negocio”. La corrupción, entonces, se extiende como un cáncer por todo el cuerpo social. Y ello tiene muy onerosas consecuencias para la Patria. Como caso de estudio, el frustrante entrampamiento que ha sufrido el Corredor Interoceánico de Guatemala (CIG) durante dos décadas, ilustra el oprobioso costo social que esta “cultura” depredadora implica para los intereses nacionales. En efecto, en un momento en el que tanto las condiciones geo-estratégicas (en las que un paso interoceánico por Guatemala reduciría la necesidad de tránsito marítimo por el crecientemente contencioso Mar Meridional de la China), como las económicas (en las que el CIG representaría una reducción de costos y riesgos en el trasiego este-oeste de mercancías por la vía marítima –parte crucial de las hoy congestionadas “cadenas de suministro”) y finalmente, hasta las políticas (en las que se hace particularmente relevante el efecto inhibidor que sobre la presión migratoria centroamericana hacia los EEUU tendría el CIG) nos resultan favorables, Guatemala se muestra incapaz de aprovechar la coyuntura. ¿Por qué? Porque el régimen no permite que nada pase, si sus corruptos “guardianes” y cómplices no sacan suficiente “tajada”; porque ése, es el sistema…


Desde el gobierno de Pérez Molina, pasando por el de “Jimmy” y llegando hasta del de Timo Chenko, el gobierno ha sido el principal obstáculo para esta iniciativa, lo que ha impedido que se desarrolle el único proyecto guatemalteco con la suficiente magnitud y profundidad para cambiar el rumbo socio-económico de la Nación. Un proyecto que haría transitar a la economía guatemalteca de simple productora de postres, a la de estratégica operadora del comercio marítimo mundial, con todo lo que ello implica; al tiempo que representaría un “despegue” hacia el capitalismo moderno e incluyente, aun inexistente en Guatemala. Pero la ambición por “sacar tajada” y aún más, por “apropiarse” del proyecto, ha sido la razón por la que una amorfa y cambiante coalición de políticos, empresarios y “caciques” regionales, todos emblemáticos “del régimen”, ha intentado “matar” al CIG, para sustituirlo con un proyecto “propio” (asociado a alguna de las mafias gobernantes de turno). En el proceso, el CIG ha acumulado ya seis mártires, además de una falsa pero interesada “leyenda negra”. Timo Chenko, por ejemplo, heredero de una opaca negociación de “Jimmy” con operadores de Míster Trump, esperaba financiar –sobre el cadáver del CIG- un “tren rápido de Guatemala”, bajo el control de su mafia y conectado a los proyectos ferroviarios de El Salvador. Claro, la apuesta por la “continuidad” en la Casa Blanca del que nos llamó públicamente “hoyos de mierda”, se derrumbó aquel -para ellos fatídico- 6 de enero del 2021 y su maquiavélico plan no resultó. Pero, además, esta iniciativa es un verdadero fenómeno histórico. Resiste a poderosas presiones porque en su corazón se asienta una plataforma social y política nucleada en torno a más de nueve mil familias que han aportado sus pequeñas propiedades a cambio de acciones y de una fundada esperanza en un futuro mejor; y que además se proyecta hacia las comunidades de su zona de influencia a través de múltiples organizaciones agrícolas, comunales y municipales. Como “el chucho del hortelano, que ni come ni deja comer”, el régimen se refocila por seguir impidiendo que el CIG avance, aunque lo que impiden, en realidad, es que el país progrese. Ésa es una de sus grandes “hazañas”. La contundente lógica social, económica y política del CIG, no obstante, hacen de éste un proyecto que inexorablemente se materializará, a pesar de las obstrucciones que sigan queriendo imponerles los corruptos e ineficaces gobiernos de turno…


Pero ya basta de soportar este tipo de régimen depredador, ciudadano. Si usted ya está tan cansado, como tantos más, de gobiernos que se roban descaradamente los impuestos para que sus integrantes “pasen de zope a gavilán” en cuatro años; que desatienden los ingentes problemas nacionales por andar sólo buscando cómo hacer más cuestionables “negocios”; que persiguen a los disidentes, forzándolos al exilio o a soportar cárcel; que le niegan a la Nación, en suma, una esperanza de futuro; concluirá, como lo he hecho yo, que ya es tiempo de articular una madura y efectiva “Alianza para el Rescate de la Auténtica República Democrática” (ARDE), con lo que quede de decencia en el sistema. No podemos esperar otros cuatro años, en la expectativa de que el tramposo sistema nos permita, eventualmente, emanciparnos de su tiranía. El sistema le apuesta a que la mayoría del electorado no tiene ni el tiempo ni el conocimiento para percatarse de sus engaños. Que la mayoría es tonta y manipulable. Que no existe, realmente, una estructura informal de liderazgo, que pueda enfrentar exitosamente al régimen. Que prevalecerá el pisto mal habido sobre la inteligencia. De manera que tenemos que estudiar qué atisbos de decencia se lograron “colar” entre las rendijas del sistema, para iniciar una nueva lucha desde este próximo 26, cuando ya se sepa cómo dejó el TSE el manoseado tablero electoral. Habrá que hacer un ejercicio de madurez política y encontrar alianzas que nos permitan impedir la continuidad del sistema. No sirve la protesta estéril del “voto nulo”. Tenemos que hacer un ejercicio de sensato pragmatismo que haga valer aquello de que “ni Zandra, ni Sury, ni el tal Meme Conde / pues es Timo Chenko ¡quien atrás se esconde!”. Así que esté atento, ciudadano, la Patria llamará. Si no se multiplican los atropellos, a votar inteligentemente. Si continúa el descenso hacia el despotismo y el fraude abierto, como habría aconsejado hasta el mismo Jefferson, con la pacífica desobediencia civil. Las circunstancias demandan una inteligente acción ciudadana, que se adapte a las cambiantes circunstancias. Ya veremos hasta dónde nos lleva el régimen. Recuerde, ciudadano: “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”…


"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 21 de Marzo de 2023"

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