Si Guatemala contara con un sistema político evolucionado, aquí habrían sólo tres grandes partidos políticos: (i) el Partido Socialista, con facciones que incluirían desde los “defensores” de CODECA y su “alegalidad” (manera hipócrita de medio disfrazar sus robos y extorsiones), hasta los intelectuales de Semilla y sus quimeras, pasando por los pragmáticos socialistas “bizneros” de la UNE, ésos del evidente pasado corrupto; (ii) El Partido Conservador, entre cuyas facciones estarían desde la gente que apoya a Zury y a las nostalgias de su padre, aquel histriónico general de inclinaciones fascistoides (el del “Jueves Negro”), hasta la gente que apoya a Giamattei y a sus adláteres “duros”, advirtiéndonos del “peligro comunista” y de la necesidad de reactivar la política de “la mano dura” (que no resultó muy adecuada para los diputados salvadoreños del PARLACEN, por cierto), pasando por Harry Potter y sus extra-prudentes tecnócratas, que “ni fú ni fá”; y (iii) un Partido Liberal, que estaría empezando a surgir, en versión auténtica, de la mano de la gente del Partido UNIDOS. Ya habría habido un año de campaña y celebración de elecciones primarias, para que cada uno de los grandes partidos definiera sus grandes agendas y a sus candidatos. Al menos uno de cada tres ciudadanos sería orgulloso militante de algún partido, aportando con muchas muy pequeñas contribuciones a su operación, haciendo innecesaria la existencia de los “financistas” y a través de foros políticos presenciales o en línea, definiendo la agenda del próximo gobierno y escogiendo democráticamente a sus candidatos. Pasada la elección, los afiliados partidarios seguirían de cerca el curso de los acontecimientos políticos y harían oír su voz cuando sus representantes se desviaran de la agenda o de los valores definidos en la Plataforma Ideológica y Programática de su partido…
Como sabemos, no es ese el caso. Desde la firma de la Paz hasta abril del 2,015, se gestó un perverso sistema cuyo objetivo real ha sido desestimular la participación ciudadana, mientras los titiriteros “se sirven con la cuchara grande”. De convencerlo a usted, ciudadano, de que no vale la pena participar, de que es inútil. De que “al pueblo” se le puede comprar voluntad con regalitos, ofertas y cancioncitas y de que “mejor si no se le confunde con peligrosos razonamientos”. De que todo es cuestión de abundante propaganda mercantil, de pisto… Y de que si usted pensaba “lanzarse”, había de tres sabores: o se plegaba a las mañas del cacique, o “se daba” un “su buen fajo de melones”, o “aquí está tu son, chavela…” Tres grupos, tras bambalinas: algunos grandes empresarios, algunos exmilitares del conflicto armado interno y algunos pragmáticos burócratas izquierdistas, los primeros mayoritariamente con pisto propio y los otros dos, mayoritariamente con pisto de dudoso origen, definían los límites del debate político posible y nos daban a escoger sólo entre socialistas y conservadores… Aún hoy, aunque el sistema está herido, trata de sobrevivir: una rápida revisión de la oferta política guatemalteca, le permite a usted, ciudadano, constatar que las opciones presentes, con excepción de UNIDOS, caen en uno de los dos campos: o el de los socialistas, esos que ofrecen “salvarnos” repartiendo lo ajeno (como en Nicaragua o en Venezuela), o el de los conservadores, esos que harán “lo que sea necesario” para que nada cambie (como en Honduras). No hace falta ser Nostradamus, por otra parte, para adivinar en ambos campos, la acción solapada de la vieja política, la maniobra oculta, aunque hoy de eficacia disminuida, de su “mano peluda”…
Pero Guatemala necesita cambiar, no puede seguir siendo el reino del subempleo, ese de los mil siervos y cuatro señores, ese en el que una gruesa proporción de ciudadanos, frustrados, no piensa más que en emigrar. Guatemala puede cambiar y volverse un país amable y próspero, donde un vigoroso programa económico nos encamine a una República de Propietarios, mediante la adopción de un aquí inédito capitalismo democrático e incluyente. Que persuada mediante el uso de la razón, más que de la emoción. Guatemala quiere cambiar. Y qué bueno, porque desde el domingo pasado, Guatemala ya tiene cómo hacerlo: tiene, para variar, a alguien decente por quien votar para Presidente, Luis Velásquez; tiene un Partido con Ideología (ver www.pla-ca.org: bájela, analícela, divúlguela o critíquela); tiene un contingente de candidatos que llevará nuevas ideas al Congreso y a las Comunas; y el Partido UNIDOS lo tiene a usted, ciudadano, que integra la estructura informal de liderazgo de la Nación. Usted puede hacer la diferencia: analizando las ofertas políticas, explicándoselas a sus conocidos y parientes, haciendo consciencia del poder del voto secreto, del voto inteligente. De la fuerza de persuasión que se logra de boca en boca. De que no basta votar en contra de la vieja política, que hay que evaluar las ofertas racionalmente. De que no debemos repetir el error de elegir al primer desconocido que diga que “no es corrupto ni ladrón”. De que debemos escoger hasta analizar qué ofrecen, qué ideas hay detrás. De que en última instancia, no escaparemos al juicio histórico de que cada pueblo tiene el gobierno que merece…
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